“La poesía francesa es un orgasmo intelectual para mí”. Así lo afirma Juan Carlos Gutiérrez, estudiante de Filosofía de la Universidad de Chile, muchos de los jóvenes chilenos encuentran pasión y encanto en la lectura de diferentes textos que se relacionan con sus intereses. Pero en otros casos, el panorama no es tan alentador, y leer se convierte casi en un castigo.
Por: Renato Herrera
Los hábitos de lectura juveniles se han transformado en un tema controversial, tanto en la capital chilena como en el resto del mundo. Muchos son los planteamientos y estudios que se han hecho al respecto y al parecer todos coinciden en una sola cosa: a los jóvenes no les gusta leer. Pero en ningún momento se ha cuestionado la veracidad de esta afirmación.
Recientemente se realizó una encuesta a nivel nacional con el fin de conocer la afición o tedio de los chilenos hacia la lectura, y como era de esperarse, los lectores más fervientes y entregados eran muchachos entre los 12 y 24 años (el 77.5% de la muestra total). Los resultados arrojaron también sus principales prefencias, y aunque a muchos les suene a mentira o engaño, sus aficiones principales varían en los libros, las revistas y los periódicos.
Y quizás el error está ahí, en esperar siempre lo peor de aquellas personas que se encuentran en la edad del limbo, donde no se es adulto pero tampoco un niño. Rodrigo Cánovas Emhart, profesor de la Facultad de Letras de la Universidad Católica, afirma que esta creencia errónea nace en los adultos: “Una vez un saber se institucionaliza, se escolariza o es atrapado por el mundo comercial de los adultos, los jóvenes pegan la carrera y van hacia otros lados, porque no quieren que su placer se institucionalice y se vuelva oficial, porque les gusta tener redes distintas a las del mercado en el que están insertos”.
Y aunque es innegable el hecho de que muchos de estos muchachos leen porque su colegio o su universidad así lo exigen, el concepto no se puede generalizar. Para comprobar esto, es suficiente con salir un día a visitar una biblioteca de demanda masiva, por ejemplo, la Biblioteca Nacional; ¿Quiénes la visitan?, jóvenes entre los 14 y los 25 años de edad que buscan espacio para el deleite de su pasión y amor secreto: la lectura.Pero no todo el ambiente es tan “erudito”, como dirían algunos.
Astrid Hernández, estudiante de Programación y Mantenimiento de Computadores, al expresar su opinión sobre la lectura deja muy claro su pensamiento radical y serio: “Yo leo cuando en el Instituto me lo piden, porque me toca. Además, esos libros que ponen no le despiertan a uno el interés por la lectura, y eso viene desde el colegio”.
Y no cabe duda de que el hábito de la lectura depende en gran parte de la educación que se recibe en el colegio o en las escuelas, pero también se debe tener en cuenta el factor familiar, pues en la gran mayoría de los casos los integrantes del núcleo le huyen al “aburrido” pasatiempo de la lectura.
La página de Internet, www.leerenfamilia.com, plantea al respecto: “Leer en el hogar es muy importante porque el gusto por la lectura comienza en casa, cuando padres e hijos comparten momentos divertidos alrededor de un libro, leen, se cuentan cuentos y conversan”.Obviamente, la responsabilidad recae también en el mismo lector potencial, quién no busca alternativas para el desarrollo de sus hábitos en la lectura, pues afirmar que todos los libros son aburridos sólo porque las experiencias colegiales así lo señalan, es una declaración algo prejuiciosa.
De igual forma, el hábito de leer no se basa sólo en tomar un libro y dedicarse a él por completo; hoy en día existen tantas alternativas como lectores en el mundo: Internet, caricaturas, revistas juveniles, periódicos, etc. Así mismo, las tribus urbanas hacen parte inseparable de esta costumbre, pues al pertenecer a un grupo de “skinheads”, “punks”, o “rockers”, la lectura se convierte en casi una Biblia para los integrantes de estos grupos, quienes encuentran en ella enseñanza, fidelidad y seguridad ante el proceso de formación de sus aptitudes, de acuerdo con la afirmación de Cánovas: “La lectura no sólo forma la personalidad, es una compañía vital y definitiva para quienes leen.
La lectura no nos puede salvar ni redimir, ni ayudarnos a crecer espiritualmente, pero si es una puerta definitiva para encontrar vocaciones, caminos, profesiones. Un buen libro, en cualquier situación, puede abrir puertas y canales ciertos de comunicación hacia el mundo”.
Pero quizás, a pesar de todo, los mismos jóvenes son conscientes de que no leen porque ellos mismos no han creado el hábito. Al expresar sus motivos ante la negativa hacia lectura, varían entre la falta de dedicación, de tiempo, dinero, o inclusive, en la no existencia de una biblioteca cercana, aún conociendo las múltiples alternativas que el mercado les ofrece.
“Cuando no tengo nada que hacer, leo alguno de los libros que mi papá tiene en la casa, pero me aburro rápido y los dejo”; como éste, el caso de Luisa Borda, estudiante de Diseño Gráfico del Instituto Profesional DuocUC, existen muchos más jóvenes que renuncian a la lectura del todo, precisamente porque creen que no hay más alternativas para ellos, pero el mercado y la Internet ofrecen posibilidades para todos los gustos e intereses: poesía clásica, novelas góticas, biografías de artistas de rock, colecciones sobre culturas muertas, etc., sólo es cuestión de actuar y buscar, sin quedarse en la amarga experiencia del libro del colegio o del libro de “auto-ayuda” que les regaló la mamá para el cumpleaños.
Este fenómeno de falta de interés o de alternativas en la lectura para la población juvenil, llevó a que el Ministerio de Cultura creara el “Plan Nacional de lectura y Bibliotecas”, con el fin de incrementar los índices de lectura en Chile. Para llevar a cabo este proyecto, se ha comenzado por entregar dotaciones completas de colecciones bibliográficas, maletas de cine y equipos para bibliotecas públicas en 200 municipios del país, de acuerdo con un comunicado de prensa del Ministerio.
Y teniendo en cuenta los diferentes factores que inciden en los hábitos de lectura de los jóvenes, este Plan también busca motivar y sensibilizar a padres de familia, educadores y ciudadanos para que contribuyan al cambio de actitud de sus hijos y alumnos frente a la lectura.De este modo, el panorama parece ser más alentador y conveniente para los muchachos interesados o no en la lectura; para los primeros, porque cada vez será más fácil la consulta de un libro o texto determinado, y para los segundos, porque la oportunidad de comenzar a leer es cada vez más amplia y cercana, buscando contribuir en el desarrollo de sus hábitos en el mundo de la lectura.
Pero es aquí donde muchos se preguntarán cómo comenzar a desarrollar estas aptitudes. Iván Sierra, estudiante de Comunicación Social de la Universidad Arcis, afirma que su amor por la lectura comenzó cuando descubrió que existían otros como él: “Siempre he sido muy callado y de pocos amigos, y ese cuento de la soledad ya me estaba absorbiendo, hasta que un día, en Internet, buscando poesía oscura, encontré a un grupo de autores franceses que llamaron los Poetas Malditos.
Ese día entendí que no era el único así, y comencé a leerlos”.Este bien podría ser el primero de los pasos para comenzar a leer: buscar algo de acuerdo a los intereses personales: el blues, la cultura pop, dietas para adelgazar, etc.; hay de todo y para todos.Al comenzar por esta etapa, las demás vienen casi por añadidura. Siempre en un libro, una revista, y hasta en Internet, se descubren términos nuevos, o se citan autores que despiertan en el lector la inquietud de averiguar más sobre lo nombrado; esto llevará a otras consultas, ya sean en diccionarios o en otros textos, pero una vez iniciado el hábito, todo lo consiguiente se convierte en un círculo, y se siguen los pasos unos tras otros.
Asimismo, las diferentes fuentes de adquisición de conocimiento se hacen necesarias para el joven. Las bibliotecas del colegio, de la universidad, los puestos de revistas, las librerías, en fin; existen diversidad de formas para la realización de la consulta del tema de interés. Para empezar sería bueno consultar la Web, pues en muchas páginas se orienta a los lectores sobre los diferentes autores a inquirir, de acuerdo con sus gustos y exigencias.
Otra alternativa pueden ser los amigos; existen diversidad de grupos que intercambian libros o revistas que se relacionan con los intereses de los mismos, así que es casi imposible no encontrar algo que se conecte del todo con lo que el lector en potencia busca encontrar, inclusive en las diferentes Fundaciones o Asociaciones dedicadas a la lectura se puede buscar asesoría sobre el tema.
Rodrigo Cánovas Emhart, asegura al respecto: “No se puede tratar el problema de la lectura en Chile, Bolivia, Perú o Ecuador como un hábito obligatorio, se debe mirar como un hábito de libertad, y cuando eso se logre vamos a empezar a encontrar esas lecturas que los jóvenes quieren. No pasa por el colegio o la universidad, hay que buscar esos lenguajes y mirar en qué medida esos lenguajes los seducen más que los oficiales, para desarrollar más alternativas para ellos”.
Teniendo en cuenta esto, es casi un hecho que la lectura es una pasión que hay que despertar, que vive con nosotros pero que muchas veces no se deja salir, y se hace necesario estimularla hasta llegar al éxtasis, a la excitación, al “orgasmo intelectual” que planteaba un estudiante anteriormente.Cuando se tiene la primera experiencia, es difícil detenerse después, y el hábito se convierte entonces en un vicio, que está en cada uno detener o no, pero sé que muchos conviviremos con él hasta sufrir una “catarsis incorporal” de tanto conocimiento; y obviamente esto es imposible.